Esta ha sido mi cuarta vez en Estambul, y la segunda para Jon, así que esta vez nos lo tomamos con otra filosofía, con mucha calma y sin grandes planes. Veníamos de pasar un mes viajando por Tanzania y Zanzíbar, entre safaris, calor, naturaleza salvaje y muchos kilómetros a cuestas, así que lo que necesitábamos en Estambul no era más corretear, sino parar, pasear sin prisas y saborear lo que ya conocíamos… y lo que no.
Estambul es una ciudad que siempre te da algo nuevo, incluso si has estado muchas veces. Y esta vez, además, viajábamos con nuestra hija, así que adaptamos el itinerario a un ritmo familiar, dejando huecos para descansar, improvisar y disfrutar de esos momentos que no aparecen en las guías pero que son los que más se recuerdan. Redujimos visitas y nos centramos en lugares que realmente nos apetecía repetir o que aún teníamos pendientes.

🗒️Información práctica para organizar tu viaje a Estambul
Moneda y pagos💶
La moneda oficial en Turquía es la lira turca (TRY). Aunque muchas cosas se pueden pagar con tarjeta, nosotros preferimos llevar algo de efectivo por si acaso. Utilizamos la tarjeta Revolut, que nos funcionó perfectamente tanto para sacar dinero en los cajeros como para pagar en comercios o en el transporte público.
Sacamos efectivo al llegar al aeropuerto, en un cajero de HALKBANK, sin comisiones. Aun así, casi todo lo pagamos con tarjeta. Incluso el tranvía: simplemente acercábamos la Revolut al lector, y listo. Los menores de 6 años no pagan transporte, así que nuestra hija no necesitaba billete.
Traslados al aeropuerto✈️
Reservamos los traslados con Civitatis tanto a la ida como a la vuelta, y la verdad es que fue todo un acierto. Nos costó 30 euros por trayecto hasta la zona en la que estábamos alojados y fue muy cómodo, especialmente viajando en familia. Lo recomendamos totalmente.
Conexión a Internet📲
En nuestro caso, al tener Vodafone, el roaming en Turquía es gratuito, así que no tuvimos que comprar tarjeta local ni preocuparnos por encontrar Wi-Fi. Pudimos usar datos móviles sin problema durante todo el viaje. Para quienes no tengan roaming gratuito, hay muchas opciones de eSIM o tarjetas locales, aunque no fue necesario en nuestro caso.
🕌Día 1: Santa Sophi Arasta Bazar, Mezquita Azul y el parque Gülhane
Nada más dejar las maletas en el hotel, salimos directos al Parque Gülhane, que teníamos justo al lado. Un oasis verde que, curiosamente, fueron los antiguos jardines privados del Palacio de Topkapi hasta que se abrieron al público en 1912. Y qué suerte tenemos de que lo hicieran.
Nos sorprendió lo tranquilo que estaba, a pesar de estar pegado a la zona más turística de Estambul. Flores, pájaros, bancos a la sombra y una brisa suave que en pleno agosto se agradece como si fuera oro. Y lo mejor: columpios. Sí, porque en esta familia viajera, un parque con columpios siempre suma puntos.
Desde Gülhane caminamos hasta la gran protagonista: Santa Sofía. Para nosotros, Santa Sofía no es solo un monumento. Es parte de nuestra historia. Fue el primer gran lugar que visitamos juntos en 2014, cuando Estambul era solo una escapada de pareja. Así que volver ahora, con nuestra hija, 10 años después, tenía algo de magia. Y también de sorpresa… porque 💵¡25 euros la entrada! No recordábamos que costara tanto (¿antes valía la mitad o me falla la memoria de madre?).
📌 Datos útiles Santa Sofía 2024
- Precio: 25 € por persona (mezquita + museo interactivo)
- Menores de 8 años: Gratis
- Horario: Todos los días, mejor ir pronto
- Vestimenta: Hombros y rodillas cubiertos. Mujeres con velo. Vimos que si no vas adecuadamente vestido hay que pagar por un poncho de tela de usar y tirar.
Eso sí, actualmente ya no se puede acceder libremente a la planta principal (la gran sala de oración). Esta zona está reservada exclusivamente para los fieles musulmanes que van a rezar. Los turistas solo pueden visitar la parte superior, así que tenlo en cuenta para no llevarte una decepción si esperas recorrerla entera como antes.
Después cruzamos el Parque Sultanahmet, esa gran plaza entre Santa Sofía y la Mezquita Azul y llegamos al Museo de Santa Sofía (para el que ya habíamos compramos previamente entrada en la mezquita).El museo, es una de las novedades que han abierto recientemente. Ojo, que no es lo mismo que entrar en Santa Sofía como mezquita (que fue lo que primero hicimos), sino que es un museo más moderno y tranquilo, con paneles, piezas antiguas y maquetas, pantallas interactivas, ideal si ya conoces la mezquita por dentro o si viajas con niños y quieres algo más relajado y didáctico. A nuestra hija le encantó ir con la guía gratuita en la mano, sintiéndose importante, como una mini exploradora.
Aquí va el dato importante, de esos que hay que contarle a los peques (y a los mayores también): Santa Sofía fue, durante nada menos que mil años, una iglesia cristiana. Se construyó en el año 537 como catedral ortodoxa bajo el Imperio Bizantino, y fue durante siglos la iglesia más grande del mundo. Su nombre completo es Hagia Sophia, que no significa «Santa Sofía» como una señora muy sabia, sino “Santa Sabiduría” en griego. Cuando los otomanos conquistaron Constantinopla en 1453, la convirtieron en mezquita, pero conservaron muchos de los mosaicos originales.
Seguimos por la Explanada del Hipódromo, donde nos detuvimos frente al Obelisco de Teodosio, el monumento más antiguo de Estambul. Nos recordó enseguida a nuestro viaje por Egipto. Porque viajar es eso, ¿no? Ir creando un mapa emocional donde todo se conecta.
Después entramos a visitar la Mezquita Azul y fuimos a dar un paseo al bazar que está justo al lado y pasa desapercibidos para muchos viajeros: el Arasta Bazar.
No es tan famoso como el Gran Bazar, y quizá por eso nos gusta tanto. Nada de gritos, ni comerciantes insistentes. Una calle recta, tranquila y con encanto, donde puedes encontrar de todo: joyas, ropa, bolsos, dulces, souvenirs… todo con la calma que a veces se echa de menos en Estambul.
Y como remate, volvimos al Parque Gülhane para descargar la última energía del día. Palomitas en mano (vendidas allí mismo) y una buena dosis de columpios. Luego, cena cerca del hotel y a dormir con la sensación de haber arrancado el viaje con buen pie.

🫚Día 2: Bazar de las especias y Torre Gálata
Por la mañana paramos en un puestecito a comprar una mazorca de maíz; Noa se aficionó a comerlas en Tanzania y según vio el carrito, pidió una. Fuimos a ver la Mezquita Nueva, que está en la Plaza, en Minonu, solo subimos a la zona del patio y no pudimos entrar porque era la hora de la oración, para que este dato también lo tengáis en cuenta, volveríamos en otro momento . De camino pasamos por el bazar de las especias, donde tomamos un helado, de esos que se hicieron virales donde te hacen «la trampa» de que te lo quitan varias veces hasta que finalmente te lo dan. No lo recomendamos porque es un show y nos cobraron 20 euros por tres helados, cada bola unos 300 liras turcas.
Cruzamos el Puente Gálata por la parte de abajo hacia la zona nueva, algo que siempre hacemos en Estambul por el ambiente y las vistas a la torre Gálata. Arriba en el puente hay mucha gente pescando y se pueden ver varias de las mezquitas. Caminamos cuesta arriba hacia la Torre Gálata y como era la hora de comer, comimos en una terraza con vistas a la torre, comida italiana.
La Torre Gálata, una de las postales más emblemáticas de Estambul, con vistas espectaculares del Bósforo, el Cuerno de Oro y toda la ciudad. La entrada cuesta 💵30 euros para adultos y gratis para menores de 7 años (nuestra hija tenía 5, ¡menos mal!). Conviene comprar la Istanbul Tourist Pass si se visitan varias atracciones porque sale más barato pero como no era nuestro caso compramos las entradas por separado. Para mí,la Torre Galata, Santa Sofía y el crucero por el Bósforo son imprescindibles si venís a Estambul.
En la Torre Galata, el ascensor llega hasta el sexto piso, luego hay que subir dos pisos andando. Se puede subir andando desde abajo, pero yo tenía la rodilla fastidiada y tomamos el ascensor para subir. 10 años atrás subimos andando y la experiencia estuvo divertida pero era febrero y no hacía tanto calor tampoco. Para bajar, por regla general hay que usar las escaleras, pero si explicas que tienes problema, permiten bajar en ascensor sin problema. La Torre Galata es una estructura medieval construida en 1348 por los genoveses, llamada originalmente Cristea Turris o Torre de Cristo. Fue la construcción más alta de la ciudad en su tiempo y formaba parte de las fortificaciones de la colonia genovesa. Las vistas 360º que hay desde allí son espectaculares.
Tras visitar la Torre de Gálata, cruzamos justo enfrente para probar una pastelería muy recomendada por sus tartas de queso… pero sinceramente, otra turistada. Pedimos un batido de chocolate, un té de limón, un té turco, una tarta de queso con chocolate por encima, una cookie y una tartaleta. La cuenta ¡39 euros! 😬y no nos pareció que valiera lo que pagamos.
Por la tarde fuimos en tranvía hasta al hotel que tenía piscina cubierta, donde solíamos aprovechar para descansar un rato antes de dormir.

🚢Día 3: Mezquita nueva, Mezquita de Suleiman y crucero por el Bósforo al atardecer
Volvimos a la Mezquita Nueva, esta vez sí pudimos entrar porque el día anterior coincidió con la hora de oración y estaba cerrada al público. Y la verdad, merece la pena: los mosaicos y colores interiores son impresionantes, gratis y sin multitudes, un lujo.
Después, caminamos unos 15 minutos hasta la Mezquita de Suleiman, que aunque preciosa, requiere subir muchas escaleras para llegar a sus jardines y terrazas con vistas espectaculares de Estambul. No apto para quienes anden con prisas o rodillas delicadas, pero bien merece el esfuerzo.
Bajando por la zona, pasamos por mercadillos locales con ambiente auténtico y nos fuimos a comer un kebab en un sitio que merece entrada aparte por lo bueno que estaba.
La siesta fue obligatoria para cargar pilas porque por la tarde tocaba excursión en barco por el Bósforo, contratada directamente con el alojamiento. Nos recogieron a las 5:30 pm para un paseo con vistas increíbles y un atardecer digno de postal.
Decidimos hacer el tour al atardecer con la comodidad de que nos recogieran y dejaran en el hotel, por 💵20 € por persona (con 30 % de descuento para la niña). El paseo incluía merienda con té y pastas, nada muy elaborado, pero perfecto para relajarse.
El barco se llamaba Ibrahim Naral y el servicio fue muy bueno. Nos llevaron en un minibús desde el hotel al puerto y navegamos viendo todas las mezquitas, la Torre Gálata, y la ciudad iluminándose poco a poco.
Al regreso nos dejaron una hora libre en la otra orilla, en una zona con columpios y un mercadillo, no se puede pedir más. Disfrutamos desde allí del atardecer con tranquilidad. A la vuelta al hotel compramos algo de fruta y leche en la pequeña tienda de debajo del hotel y nos fuimos a dormir.

🛍️Día 4: Gran Bazar, Palacio Topkapi, la Cisterna Basílica y más
Como la niña estaba un poco pachucha, decidimos tomarnos el día con calma y no hacer muchas excursiones. Pero si tienes un día libre en Estambul y estás bien de energías, aquí van algunas ideas interesantes.
Una opción imprescindible es visitar el Palacio de Topkapi, que fue la residencia de los sultanes otomanos durante siglos. El palacio es una maravilla, con patios amplios, tesoros, reliquias y unas vistas espectaculares al Bósforo. Ideal para empaparse de la historia y el lujo otomano. Si te da tiempo, no te pierdas el harén, que tiene entrada aparte, pero merece mucho la pena.
Otra visita clásica es el Gran Bazar, uno de los mercados cubiertos más grandes y antiguos del mundo, con miles de tiendas donde encontrarás desde alfombras y joyas hasta especias y souvenirs. Ten en cuenta que cierra los domingos, así que planifica bien si no quieres perdértelo.
Y si vas a estar más días o ya has hecho estos planes anteriormente, te recomiendo una excursión a las Islas Príncipe (Adalar en turco). Nosotros fuimos hace diez años y lo recordamos con mucho cariño. Se puede llegar fácilmente con un ferry desde Estambul: primero se toma el tranvía hasta el embarcadero (normalmente desde Eminönü o Kabataş), y desde allí parten los barcos hacia las islas.
Las más visitadas son Büyükada (la más grande) y Heybeliada, donde no hay coches, solo bicis y coches de caballos eléctricos. Es una escapada estupenda para huir del bullicio y pasar un día entre casas de estilo colonial, mar y helados.
Y si te interesa conocer algo realmente único, te recomiendo asistir a la ceremonia de los derviches giróvagos, un ritual místico del sufismo donde los participantes giran sobre sí mismos en un estado de meditación profunda. No es un espectáculo turístico cualquiera, sino una práctica espiritual con siglos de historia.
Una de las representaciones más conocidas tiene lugar en la Estación de Sirkeci, famosa por haber sido la terminal del legendario Orient Express. Es un lugar con historia, y ver allí esta ceremonia añade un toque muy especial. Consulta los horarios, ya que no se hace todos los días, y si vas con niños, explícale antes un poco para que entienda que es algo más cultural y respetuoso que un simple show.
Y por último, está la visita a la Cisterna Basílica (Yerebatan Sarnıcı): Esta antigua cisterna subterránea es uno de los lugares más sorprendentes de Estambul. Construida en el siglo VI durante el Imperio Bizantino, servía para almacenar agua para el Palacio Imperial. Es un lugar mágico: luces tenues, columnas sumergidas, peces nadando bajo tus pies y un silencio que impresiona. Tiene una atmósfera cinematográfica (¡de hecho, aparece en películas como Inferno o Desde Rusia con amor!). Una de sus curiosidades más famosas son las dos cabezas de Medusa que se encuentran en la base de dos columnas. A los peques les suele encantar por el misterio y la ambientación casi de cuento. La podrás visitar en cualquier momento ya que está muy céntrica en Sultanhamed, al lado de Santa Sophia, la Mezquita Azul y el palacio Topkapi.

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