Un viaje en familia que nos cambió la vida: Casi un año descubriendo el mundo juntos
A veces hay decisiones que no parecen racionales… pero lo cambian todo. Esta es la historia de cómo una familia (una enfermera, un cocinero, y una pequeña de 5 años que ve el mundo con los ojos muy abiertos) aprendió a vivir más lento, a improvisar, a despedirse, a confiar, a dejarse llevar… y a entender que el tiempo, más que oro, es vida. Casi un año viajando por el mundo, aquí te vamos a enseñar: lo mejor, lo más difícil y lo que de verdad nos llevamos en la mochila.
Y antes de seguir, te avisamos: este no es solo un artículo sobre destinos, rutas o consejos prácticos. Es un pedacito de nuestra vida. Un viaje contado desde el corazón, con reflexiones, pérdidas, aprendizajes y mucha verdad. Escribirlo nos ha removido y también nos ha sanado. Porque abrirse, aunque nos haga sentir vulnerables, también nos conecta. Y si algo de lo que contamos te inspira, te emociona o te hace mirar tu vida con otros ojos… ya habrá valido la pena.

A punto de comenzar nuestra gran aventura
🌍Cómo empezó todo aunque no lo supiéramos
Cuando empezamos a organizar nuestro viaje a Tanzania, lo hicimos como tantas otras veces: con billete de ida y vuelta. Era un viaje especial, eso sí, porque íbamos con otras familias y porque por fin íbamos a cumplir uno de nuestros sueños: hacer un safari.
Pero mientras preparábamos ese viaje, algo empezó a moverse dentro de nosotros. Nos dimos cuenta de que nuestra hija estaba a punto de cumplir 6 años, que el tiempo pasaba volando, y que la educación en España no es obligatoria hasta entonces. Sentíamos que, si queríamos hacer algo más grande, era ahora o nunca.
Así que antes de despegar rumbo a Tanzania, ya sabíamos que no volveríamos con ese billete de vuelta, alargaríamos el viaje, sin saber exactamente cuánto ni hasta dónde. Pedimos excedencias en el trabajo, hicimos ajustes, soltamos rutinas… y nos lanzamos. Así empezamos a planear lo que sería nuestro gran viaje por el mundo.
Lo que no sabíamos es que este viaje nos pondría a prueba de muchas formas. Que perderíamos a un ser querido en mitad del camino, que habría que parar y volver. Pero también que aprenderíamos a soltar el control, a improvisar, y que eso —lo que nunca estuvo planeado— acabaría siendo lo mejor del viaje.
Esta es nuestra historia, una historia de vida, amor, duelo, juego, descubrimientos, y una certeza: cuando el tiempo es lo más valioso, no hay nada más valiente que vivirlo de verdad.

Safari en el Parque Nacional Tarangire, Tanzania
💔Un giro inesperado que nos hizo parar en seco
Después del safari, parando unos días en Estambul, seguimos hacia Indonesia, el tercer destino de nuestra ruta. Allí llegó un golpe inesperado: un familiar muy muy cercano falleció de manera repentina. En menos de dos días estábamos de vuelta en casa.
Fue un momento muy duro, de los que lo paralizan todo. Y aun así, incluso con el dolor tan reciente, teníamos una certeza: íbamos a retomar el viaje. Su muerte nos recordaba, una vez más, que la vida es ahora.
Tomar esa decisión no fue fácil. Estábamos rotos por dentro, pero también sabíamos que había circunstancias que no podíamos ignorar: la excedencia que ya habíamos pedido, parte del viaje que ya teníamos organizado, y sobre todo, nuestra propia experiencia de vida. Ya sabíamos lo que era perder a alguien. Ya sabíamos que mañana no está garantizado para nadie.
Por eso, tres semanas después, estábamos volviendo a hacer la mochila. El billete de vuelta ya no existía.
La vuelta al viaje fue a Japón después de estar unos días en Singapur. Nos mantuvo bastante entretenidos: viendo cosas, moviéndonos de un lado a otro, organizando rutas… pero la verdad es que, por dentro, estábamos rotos. Y aunque suene contradictorio, creemos que el viaje nos ayudó. Nos ofreció belleza incluso en medio del duelo. Porque la vida es maravillosa, y hay que agradecer estar aquí, estar vivos… no solo por nosotros, sino también por los que ya no están y VIVIR en mayúscula cada día

Parque Ueno en Tokio, Japón
🗺️Nuestros destinos ( y cómo pasé de controlarlo todo...a soltarlo)
Yo solo puedo hablar desde nuestra experiencia.
Desde lo que nos ayudó a sanar, a parar, a cambiar la mentalidad. A mirar diferente muchas cosas de hoy en día. Porque cuando vuelves, ya no eres el mismo.
Ya no te importan las mismas cosas. Ya nada se ve igual.

Noa surcando los mares en Karimunjawa, Indonesia
Volver a Asia, después del parón inesperado, fue como retomar un hilo que no habíamos terminado de tejer. Empezamos con un mes en Japón, donde la mezcla de tradición y modernidad nos tenía fascinados desde hacía tiempo. Recorrimos templos, comimos en puestos callejeros y sentimos que, de alguna manera, el viaje nos estaba cuidando.
Después estuvimos dos semanas en China, con sus contrastes infinitos y su energía desbordante. Iba todo a otro ritmo, pero nosotras ya habíamos empezado a ir más despacio. Dejándonos llevar.
Desde China volamos a Tailandia, donde pasamos dos meses completos. Allí vivimos nuestras primeras Navidades lejos de casa, lejos de la familia. Fueron raras, claro que sí, pero también diferentes, divertidas. Jon y yo estuvimos buceando y disfrutando como niños, también montamos un pequeño árbol de navidad en una de las islas. Tuvimos tiempo para parar, para simplemente estar.
En enero, tras las fiestas, pusimos rumbo a Hong Kong, para celebrar un momento muy especial: el cumpleaños de Noa. Aunque ella ya conocía Disney París, Shanghái y había visto los dos parques de Japón, queríamos darle una pequeña sorpresa, y que ese día tan suyo, estando tan lejos de casa, tuviera un toque especial. Y así fue.
Después de Hong Kong, seguimos nuestra ruta con un mes en Malasia, donde nos sorprendió su naturaleza salvaje. Hicimos safaris por el río Kinabatangan y fue impresionante ver orangutanes, monos narigudos, cocodrilos y hasta elefantes pigmeos en libertad. Malasia nos recordó que la naturaleza, cuando se respeta y se observa con calma, tiene una forma muy poderosa de emocionarte. Luego pasamos un mes en Filipinas, donde la calidez de su gente y la belleza natural nos dejaron sin palabras.
Y para cerrar el viaje, dos meses en Indonesia. Volver a este país —donde todo comenzó, de algún modo— fue como cerrar un círculo. Era la tercera vez que visitábamos este país, y para nosotros se siente como una segunda casa, es muy especial. Allí, entre volcanes, arrozales, rituales y mares profundos, mirábamos hacia atrás, agradecidos, y también empezábamos a mirar hacia adelante, con otras preguntas y nuevas certezas.

Chocolate Hills en Bohol, Filipinas
👧Viajar por el mundo con una niña de 5 años
Viajar con una niña pequeña no ha sido fácil, pero sí ha sido precioso. Mucha gente nos preguntaba si no era demasiado pequeña, si no se iba a olvidar de todo. Pero a veces parece que se nos olvida que los niños viven el presente con una intensidad que ya quisiéramos los adultos.
Otro tema que sé que preocupa a muchas familias es el tema de la educación. Yo tengo formación como Guía Montessori y, de hecho, para este viaje llevé conmigo material adaptado, pensado para trabajar en movimiento y de forma respetuosa con sus ritmos, ella la verdad que nunca ha tenido problemas para estudiar, ella misma pide que le enseñe cosas nuevas. Aun así, quiero aclarar que, si alguna familia se lo plantea, existe la opción de escolarizar temporalmente fuera de España. Hay recursos y posibilidades para hacerlo, por si a alguien le interesa, también hay cada vez más opciones online. Pero en nuestro caso, sabíamos que con 5 años aún no era obligatoria la escolarización, y elegimos que aprendiera de la vida, de los lugares, de las personas. Y lo ha hecho.
Noa ha disfrutado, ha aprendido, ha conectado con personas y culturas de una forma muy natural. Ha hecho amigos de todas partes, ha aprendido a comunicarse con gestos, ha probado sabores nuevos y ha desarrollado una flexibilidad y una empatía increíbles.
No siempre ha sido idílico, claro. También ha habido enfados, cansancio y días más difíciles. Pero nunca dudamos de que estar juntos, compartiendo tanto tiempo de calidad, ha sido uno de los mayores regalos del viaje.
Además, siempre he tenido un mantra que me ha acompañado:
“Total, ¿qué más da? Si me la va a liar igual… aquí que allí. Pues mejor aquí (haciendo referencia al viaje).”
Y así lo viví. Porque al final, si toca un momento de enfado, mejor que sea viendo un atardecer en la playa o descubriendo un lugar nuevo, ¿no?
🌱Lo mejor, lo más difícil y lo que nos cambió
Lo mejor, sin duda, ha sido el tiempo compartido. Tener la oportunidad de ver crecer a tu hija tan de cerca, sin prisas, sin rutinas impuestas, ha sido un privilegio.
Lo más difícil ha sido, quizás, enfrentarnos a momentos duros lejos de casa. Y también sostenernos emocionalmente cuando todo no era perfecto, cuando echábamos de menos, cuando la incertidumbre pesaba.
Pero lo que nos cambió fue todo. Este viaje ha sido una transformación profunda. Nos quitó capas, nos ayudó a ver qué es esencial, qué nos sobra, y sobre todo, nos recordó que la vida es aquí y ahora. Que no se trata de tenerlo todo controlado, sino de cómo decides vivir lo que te pasa. Para nosotros, esta experiencia fue sanadora, transformadora. Volvimos diferentes. Con prioridades nuevas. Con más calma. Y menos miedo.

De paseo por la Murralla China
🤔Nuestra reflexión final
Ahora toca digerir todo esto. A veces cuesta poner palabras a todo lo vivido, cuesta volver a encajar en una rutina que ya no te representa. Porque ya no somos los mismos.
Sabemos que habrá más aventuras, no sabemos aún cuándo ni cómo, pero lo que sí tenemos claro es que no queremos olvidarnos de lo que hemos aprendido en el camino.
Queremos seguir viviendo con intención, con presencia. No hace falta dar la vuelta al mundo para hacerlo. A veces basta con mirar más a los ojos, con escuchar sin prisa, con agradecer más.
Al final, este blog ha nacido con la idea de compartir lo que hemos vivido durante este gran viaje. Pero, sobre todo, con la ilusión de animar a otras familias a lanzarse a descubrir el mundo con sus hijos, a verlo a través de sus ojos, a crear recuerdos compartidos y momentos reales, de calidad.
No hemos creado este espacio para contar dónde hemos estado como si eso fuera lo importante. Para nosotros, lo importante no son los sellos en el pasaporte ni los kilómetros recorridos. Lo que de verdad nos mueve es compartir experiencias auténticas, aprendizajes de vida que quizá puedan inspirar o ayudar a otras personas.
Organizar viajes y compartir planes pensados para disfrutar en familia, con peques, siempre ha sido algo que me apasiona. Pero más allá de eso, cada viaje nos ha transformado por dentro. Porque viajar te remueve, te enfrenta contigo, te conecta con lo esencial. Te enseña a mirar el mundo —y la vida— con otros ojos. Y si eso nos pasa a los adultos, imagina lo que puede suponer para una niña.
Creemos de corazón que viajar con niñas y niños les abre la mente, los hace más libres, más empáticos, más curiosos. Les regala una mirada más amplia, más humana.
Y si con este blog conseguimos que otra familia se anime, aunque sea a hacer un viaje más consciente, más conectado, ya habrá merecido la pena.
Porque al final, creo que cada uno vive y entiende esta vida según su propia mochila: sus pérdidas, sus aprendizajes, sus pasos dados. Y eso está bien. No hay un solo camino. Pero sí muchas formas de vivirlo con sentido.
Y si todo esto te ha resonado, te invitamos a quedarte. Este blog sigue creciendo con cada experiencia, y estamos aquí 👈 para compartir, inspirar y ayudarte siempre que lo necesites. Muchas gracias por haberte quedado hasta el final 🤗.

Viendo al elefante pigmeo en el río Kinabatangan en Borneo, Malasia